Una de las prácticas fundamentales del sufismo es adab. Adab se puede traducir como buenos modos, respeto, etiqueta o acción correcta. El respeto es el corazón del adab, aun cuando no hay una palabra exacta que capture su significado. Es la base del sufismo.
El adab espiritual es entre nosotros y Dios. Es el resultado de ihsan, el sentido de la presencia de Dios. Si tenemos ihsan y fe, nos damos cuenta de que Dios siempre está presente. Entonces, por supuesto, automáticamente nos comportaremos en forma más consciente y respetuosa.
Muzzafer Efendi solía decir que todo corazón humano es un templo divino creado por Dios para acoger al alma que Dios ha puesto en cada uno de nosotros. Si recordamos esto, respetaremos a todos, honrando esa chispa divina en cada uno de nosotros. Recordar la naturaleza divina en otros es ibadet y recordar a Dios. Si fallamos en el respeto a los demás, estamos insultando a Dios que habita en nuestro corazón.
Además de saber que Dios está presente en cada persona, tenemos que aprender a expresar este entendimiento. Primero tenemos que saber qué hacer, luego actuamos y solo después se producirá el cambio. Adab es acción. Mientras más actuemos con adab más se reflejará este comportamiento en nuestro ser y más nos transformaremos. Podemos esperar que Dios nos cambie, pero Dios a su vez está esperando que hagamos el esfuerzo.
Ciertamente podemos mejorar nuestra habilidad para rezar, para hacer zikr. Pero el sufismo no es algo que practicamos una hora al día, o una tarde a la semana. El sufismo hay que practicarlo todo el tiempo, y a través del adab lo podemos hacer.
Hay muchas historias sobre verdadero adab. El comportamiento de ciertas personas reflejaba su entendimiento interno y su estado espiritual. Por ejemplo, Ibrahim bin Adhem nunca se apoyaba cuando se sentaba. Él explicaba: nunca me reclino en nada de este mundo. Mi único apoyo es Dios.
Muzaffer Efendi nos dejó una excelente guía para un buen adab. Solía decir: respeten a las personas mayores que Uds. Ellos han tenido más tiempo para rezar. Respeten a los que son menores que Uds. Ellos han tenido menos tiempo para pecar.
Adab es combatir a nuestros egos. Nuestros egos no quieren que practiquemos el respeto a los demás. El ego quiere que seamos respetados. Quiere que todos nos sirvan, pero no servir a los demás. Así somos.
Estamos en este camino para practicar el respeto por nuestros hermanos y hermanas derviches. Nuestro sheikh Safer Efendi era como un hermano gemelo con Kemal Baba. Tenían la misma edad, habían servido juntos en el ejército, eran mejores amigos. Llegaron juntos donde Fahreddin Efendi, el sheikh de la orden en ese tiempo y pidieron ser derviches al mismo tiempo. Fahreddin Efendi le dio mano primero a Safer Efendi e, inmediatamente después, a Kemal Baba. Kemal Baba nunca olvido que Safer Efendi había tomado mano primero. Siempre lo respetó como su superior y muchos años después todavía se podía notar. Si Kemal Baba estaba enseñando, paraba de inmediato cuando Safer Efendi entraba a la sala y le pedía al derviche a quien le estaba enseñando que le preguntara a Safer Efendi. Nunca le daba la espalda y siempre insistía que Safer Efendi saliera primero.
Ambos eran como gemelos. Siempre estaban sentados juntos, como si estuvieran unidos por los hombros. Era raro no verlos juntos. Aun cuando compartían la más profunda amistad, Kemal Baba siempre se comportaba con mucho respeto hacia él.
La diferencia en jerarquía al tomar mano era de minutos, y podemos pensar que no tiene importancia, pero fue la voluntad de Dios que uno tomara mano antes que el otro. El buen adab toma este tipo de cosas en forma muy seria. Es un privilegio aprender adab de derviches como estos, ya que el adab no es algo que se aprende en libros, sino que viéndolo y practicándolo.
Todos podemos mejorar nuestra práctica de adab. Podemos respetarnos unos a otros y mostrar respeto por nuestros invitados. En el islam, el invitado es visto como un enviado de Dios y una oportunidad que se nos da para servir. Algunas veces hemos visto invitados ayudando a servir mientras otros derviches conversan. Esto no es buen adab. El buen adab requiere la voluntad de servir y, lo que es muy importante, de darse cuenta cuando hay que servir. Conversar mientras otros sirven es un ensimismamiento y una falta de preocupación inmensa.
También tenemos que ser respetuosos de nuestros sheikhs. Por ejemplo, una de las tradiciones sufís del adab es que no le demos la espalda al sheikh. Al sheikh no debiera importarle que le den la espalda, pero para el derviche su falta de cortesía le hace daño. Un mal adab debilita la relación entre el sheikh y el derviche.
La relación del sheikh con los derviches es un regalo para todos. El respeto hacia el sheikh no es hacia esa persona en particular sino lo que representa. El sheikh es el vínculo que nos conecta con cientos de años de historia, sabiduría y bendiciones de nuestra orden. Valorar esa relación es valorar la relación con la orden Jerrahi.
Nuestro sheikh Tugrul Efendi dijo una vez que el sheikh es como un enchufe. Tenemos que conectarnos si queremos acceder al poder que nos alimenta espiritualmente. En última instancia, nos estamos conectando con el poder infinito de Dios. No hay poder sin el enchufe, pero el enchufe es esencial en la trasmisión de ese poder divino en todos nosotros. Es una bendición que ha sido dada a los sheiks para que puedan hacer esta conexión.
Cuando Tugrul Efendi fue puesto como cabeza de nuestra orden, se dirigió a todos los derviches. Algunos eran más antiguos que él y posiblemente sabían más de islam que él. Les dijo que no buscaba que lo respetaran personalmente, pero que lo respetaran como su sheikh. Al poco rato uno de los derviches le dijo: déjame besarte la mano. Tugrul Efendi le contesto: no, tú eres más antiguo que yo. El derviche le dijo: no es tu mano la que quiero besar. Quiero besar la mano de mi sheikh.
Todos cometemos errores. Si algunos derviches le dan la espalda al sheikh, o lo interrumpen mientras habla, o lo dejan esperando, no significa que el sheikh los va a dejar de querer, pero no deja de ser un mal adab. Lo fundamental es ocuparnos de nuestro aspecto interno, el amor y respeto entre nosotros, pero también es importante la forma en que manifestamos este respeto y amor.
Ya lo hemos dicho, la forma en que actuamos determina quienes somos. Así es como crecemos. Como actuemos es lo que nos va a cambiar, a hacer crecer espiritualmente. Si actuamos con respeto y en forma consciente, seremos más amorosos. Si actuamos con buen adab hacia los demás, nuestra conexión con nuestra orden se hará más fuerte. Entonces, recibiremos más bendiciones y más energía para crecer y ayudar a otros a crecer.
No podemos cambiar sin la bendición de Dios. Y esta bendición la recibimos de nuestros sheiks. Las bendiciones divinas no vienen de nuestros sheikhs, sino que fluyen a través de ellos. El buen adab nos conecta con la energía y las bendiciones de nuestra orden. Estas bendiciones se remontan en el tiempo hasta nuestro Profeta Muhammad (saws) y al poder infinito de Dios. Lo que estamos buscando es profundizar nuestra conexión con algo que nos transformará. Adab es lo que une nuestra práctica del sufismo.
Idealmente practicaremos buen adab en nuestra comunidad sufí, entre nosotros mismos y con nuestros invitados. Pero solo estamos juntos una o dos veces por semana. Nuestro derga entonces es un lugar de entrenamiento para el resto de nuestro tiempo.
Los actos más simples pueden ser demostración de buen adab. Un ejemplo clásico en sufismo es la forma en que recibimos una taza de té. ¿Agradecemos al té, a quien nos sirvió? O pensamos para nosotros mismos: gracias, pero ojalá me hubieras servido más rápido. Con esa actitud interna nuestro comportamiento externo estará tenido con una falta de agradecimiento.
Nuestros egos siempre se van a quejar si no nos sirvieron primero. Nuevamente, el buen adab siempre significa una lucha con nuestro ego. El ego siempre espera respeto de los demás y trata de convencernos de que no le debemos respeto a nadie. Al mismo tiempo, el derviche que sirve té debiera estar agradecido de tener la oportunidad de servir. La interacción que se da en estas instancias es maravillosa.
Expresar gratitud no implica ser efusivo. Algunos creen que se comportan como sufís cuando besan la mano del sheikh, poniendo la mano en su corazón o usando expresiones exageradas de agradecimiento por pequeñas cosas. A veces parece que se estuvieran riendo del adab. Ese comportamiento, si no es sincero, es propio del ego. Quieren que todos los vean y que admiren su etiqueta. Los derviches viejos se comportan de manera mucho más sutil.
Pequeñas cosas pueden demostrar un adab precioso. Años atrás cuando estaba sentado con un grupo de derviches mayores, alguien prendió una TV y todos nos dimos vuelta para mirar. Al darme vuelta quede tapándole la vista a un par de derviches viejos. Cuando me di cuenta y quise correrme para que pudieran ver, ya se habían movido para que yo no tuviera que moverme. Fue así de rápido y me sentí muy mal. Su adab era tanto mejor que el mío.
En otra oportunidad estaba almorzando con unos derviches turcos que estaban visitando Nueva York con Muzaffer Efendi. Quienes servían estaban mirando atentamente la mesa en que estaba sentado Muzaffer Efendi. Había otro grupo de derviches más jóvenes sentados en una mesa a los que no les habían servido ya que todos los que servían estaban ocupados con la mesa de Muzaffer Efendi. Sin decir una palabra, Safer Efendi, quien era el derviche más antiguo, después de Muzaffer Efendi, se levantó y se fue a sentar en la mesa de los derviches jóvenes. Los que servían no pudieron ignorar esto y de inmediato se fueron a servir a la mesa de los jóvenes. Safer Efendi nunca dijo una palabra, nunca criticó o dio órdenes a nadie, pero nos enseñó una importante lección a aquellos con ojos para ver.
Si creemos que Dios está en los corazones de todos nosotros, haremos todo lo posible por no herir a nadie. El buen adab incluye enseñar a no romper el corazón de nadie.
En esa misma oportunidad, una vez terminado el almuerzo, me senté con otro derviche de California, un hombre que había tomado mano el día anterior. Le dije: por qué no nos sentamos y esperamos a que todos se hayan ido. Como tú eres el derviche más nuevo eso es lo que debieras hacer ya que de acuerdo con nuestro adab el sheikh y los derviches más antiguos son los que debieran salir primero. Los invitados también debieran salir primero ya que les debemos respeto y los queremos honrar. Yo me voy a sentar contigo y te voy a acompañar como tu hermano de California.
Todos abandonaron el comedor excepto Kemal Baba, que era más antiguo que todos con excepción de Muzaffer Efendi y Safer Efendi. Discretamente dejo que todos salieran antes que él. Lo miré y me dijo que saliera antes que él.
Su gesto me tocó profundamente. No sabía suficiente turco como para ponerme a discutir con él (lo que también habría sido una falta de adab). No me gustó tener que salir antes que él pero no pude ignorar lo que me pidió. Parece algo muy trivial, pero fue muy poderoso. La humildad de Kemal Baba fue tan fuerte en ese momento. Quiso que todos salieran antes que él aun cuando le correspondía haber salido de los primeros.
Esto es sufismo de verdad. Sufismo no es cantar y girar o leer libros profundos o poesía espiritual. Sufismo es adab. Es como actuamos, con una intención sincera. Siempre tenemos que revisar nuestra intención. ¿Estamos tratando de mostrar que somos buenos derviches o estamos con una intención sincera de servir?
Los derviches más antiguos siempre servían a Efendi lo mejor que podían. Cuando quería prender un cigarrillo todos querían tener la oportunidad de hacerlo. Si yo tenía mi encendedor a mano los derviches más antiguos me hacían un gesto para que yo se lo prendiera. Si me demoraba en sacar mi encendedor ellos le prendían el cigarrillo de inmediato. Su objetivo era que no tuviera que esperar, pero estaban contentos de darme la oportunidad de servirlo si lo hacía rápido.
Algunos derviches nuevos cometían la tontería de pelear por quien tenía el honor de encenderle su cigarrillo. Así pueden ver como nuestro ego puede distorsionar el adab. El objetivo es que el sheikh sea servido y no que YO lo haga.
Nuestros egos pueden llevarnos a tener celos de otros porque sirven. Esto es un error, debiéramos estar contentos de que alguien tenga la oportunidad de servir.
En la época de Muzaffer Efendi, muchos derviches se reunían en su librería en el Gran Bazar los viernes después del rezo del mediodía. Efendi trataba a todos con la misma actitud con que venían; para los clientes era un experto vendedor de libros; para los derviches era la persona más importante en el mundo. Su adab era perfecto en todos los casos.
Un joven solía venir a ofrecer te y en una oportunidad un derviche americano insistió en pagar la cuenta como una forma de servir al sheikh y a sus derviches (el adab tradicional de nuestra orden indica que es uno de los derviches quien tiene que pagar). En otra ocasión además del te una persona ofreció comida para todos y el derviche americano inmediatamente pagó la cuenta. Después de almuerzo alguien trajo café y cuando el derviche americano estaba sacando su billetera Efendi lo paro bruscamente y le dijo: Para. ¡Suficiente! ¿Te quieres quedar con todas las bendiciones de hoy? ¡Deja que alguien más pague!
Fue un hermoso recordatorio. El derviche americano sinceramente quería servir, pero no entendía que servir es tanto un privilegio como una obligación. Además de servir, debemos dejar que otros también tengan la bendición de servir.
No hace mucho estábamos con Tosun Efendi y fuimos a un lugar muy elegante en Estambul con un grupo de derviches que habían venido de Europa. Tosun Efendi pago con su tarjeta de crédito y más tarde yo pague 1/3 de la cuenta y otro sheikh pago otro tercio. Los derviches europeos nunca supieron que la cuenta había salido carísima, pero sí supieron que fueron tratados muy bien.
El servicio y el buen adab requieren estar muy consciente. Tenemos que darnos cuenta de lo que está sucediendo alrededor nuestro. Tenemos que aprender a abrir nuestros ojos y darnos cuenta. También tenemos que aprender a abrir el ojo de nuestros corazones para darnos cuenta de aquello que es sutil. Muzaffer Efendi solía decir que un derviche debiera darse cuenta de las necesidades de los demás antes que ellos mismos se den cuenta. Si tienen que pedir, hemos fallado. Eso es adab.
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